martes, 25 de septiembre de 2012

Os contamos el concierto de Christina Rosenvinge en Valladolid

by: el Hijo de Enoz


Dentro del ciclo de conciertos que celebra SON Estrella Galicia, Lagartoon Música Alternativa estuvo presente en el que Christina Rosenvinge dio en la Sala Porta Caeli de Valladolid, en un formato acústico y muy personal en el que Christina se desenvuelve como pocos artistas en este país.

Comenzó el concierto con la petición de Christina Rosenvinge a todo el público de sentarse en el suelo (una clara declaración de intenciones). En distintos momentos del concierto, cogió su guitarra (con la que empezó y terminó) y se puso al teclado, dando a las canciones un toque mucho más oscuro de lo habitual. Temas como "Eclipse", "Tok Tok" o "Mi vida bajo el agua" adquirieron un cariz por momentos tenebroso.

El sonido no fue demasiado bueno durante todo el concierto, y Christina tuvo problemas con lo que escuchaba y como lo escuchaba. Aún así, supo sobreponerse sin mayor noticia. En cambio, hubo un amplificador que si dio muchos más problemas, y en lo que intentaban solucionar los posibles errores, Christina Rosenvinge y su compañero tocaron "Ya no hay pena" de Refree... Y si. No lo he dicho pero, pero efectivamente, el compañero de Christina Rosenvinge, a la guitarra y en alguna canción del principio al teclado (y siempre a los coros) era el gran Raúl Refree, todo un mito de la música independiente de nuestro país.


Algunos de los grandes momentos del concierto fueron la interpretación de "Negro Cinturón", la ya mencionada "Mi vida bajo el agua", o una de las canciones que ya es himno dentro de los directos de Christina Rosenvinge y de los años '90: "Tu por mi". Una Christina siempre acompañada por su largo pelo rubio en la cara, que nos impidió disfrutar doblemente del evento: además de por su música, por su belleza.

El público pucelano no tuvo bastante con el concierto que Christina dio por finalizado, y de forma insistente pidió y reclamo a la artista volver a salir para disfrutar, al menos 10 minutos más, de sus canciones. Unos últimos temas más alegres, con toques desérticos y de pop jovial, con una pandereta de pie que agrandaba el nivel de percusión que gozaba el directo. Escaso, puesto que o bien había dos guitarras con el violonchelo, o bien este era acompañado por una guitarra y los teclados.

Siempre situada a la izquierda del escenario (por momentos me recordó la similar situación de Nacho Vegas en sus conciertos), y nunca dispuesta a hacerte bailar, Christina Rosenvinge se propone, con este tipo de conciertos, conectar su suavidad, su aparente vergüenza y su infinita sensualidad con el público que vaya a verla a las salas de todo el país. Y conociendo a la artista, y sus cualidades, no creemos que le cueste demasiado. En Valladolid, lo consiguió.

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